¿Cuántas veces el espectador medio se acuerda del propietario de un club cuando las cosas van mal sobre el terreno de juego? Pues imaginad cuando van bien o, simplemente, regular. De las manos que manejan un equipo solo se acuerda el hincha de ese equipo. Existen, por supuesto, las excepciones de clubes globales o de gestiones personalistas especialmente desastrosas o acertadas. Sobre todo presentes en el deporte que se desarrolla en la vertiente latina/mediterránea de Europa, donde el personalismo de los propietarios es prácticamente cultural.
Florentino Pérez, Joan Laporta o Peter Lim, por unas razones u otras, son de sobra conocidos por el seguidor neutro. De hecho, hubo un tiempo en la década de los noventa que el circo mediático del fútbol español giraba en torno a estos presidentes. Simbólico que aquí se les denomine presidentes, un término que apela al pueblo, y no propietarios.
Esto ya cambia en una liga como la Premier League. Donde por mucho que sepamos quiénes son los Glazer (Manchester United) o los Kroenke (Arsenal), solo se les conoce por el dinero que ponen sobre la mesa y cómo se gestionan sus equipos. Lo cual sucede porque el fútbol inglés de los últimos 30 años, siguiendo los pasos del modelo deportivo estadounidense, ha abrazado la entrada de capital sin apenas cortapisas.
Invertir en un equipo deportivo es el nuevo pasatiempo favorito de los billionaires por este mismo motivo. Excluyendo el delicado caso del béisbol, que hace tiempo que dejó de ser el pasatiempos de América en favor de la NFL y que va camino de ceder ante la NBA como la segunda competición mundial a nivel financiero, las franquicias deportivas son una apuesta segura en la actualidad. Su valor crece de manera independiente a la actividad de la empresa (que debería ser ganar partidos de baloncesto) porque el crecimiento de la propia competición afecta a todas sus partes en mayor o menor porcentaje.
De esta forma, en 2010 Michael Jordan se convirtió en el máximo accionista de los Charlotte Hornets por 275 millones de dólares y vendió su parte en agosto de 2023 por 2.250 millones de dólares. En este tramo los Hornets han sido el equipo que menor porcentaje de partidos ha ganado en la NBA con un 41% de victorias en liga regular.
Lo más interesante es que uno de estos propietarios puede multiplicar por diez su inversión en poco más de una década mientras se mantiene prácticamente en el anonimato. Antes de llegar a pedir cuentas a un propietario hay que pasar por jugadores, entrenador y la figura que usualmente absorbe toda culpabilidad (también mérito) en la gestión de despachos: el presidente de operaciones. Antes a ese puesto que en Europa sería un director deportivo hipervitaminado se le llamaba general manager. Ahora, el general manager permanece, pero tiene otro superior que supone un escollo más para escalar a lo más alto de la cadena de mando/poder.
Así, la propiedad no logra eludir las responsabilidades de sus acciones, pero sí la repercusión mediática de las mismas. Lo cual, en un mundo donde las apariencias tienden a ser más relevantes que la propia realidad, les sitúa en un puesto envidiable.
Por eso me sorprende tanto lo que está sucediendo con Mat Ishbia desde que se convirtió en propietario de los Phoenix Suns. Es evidente que su personalidad, la que cabe esperar del emprendedor charlatán, le han puesto en un primer plano por pura voluntad. Cada vez es más normal que el propietario se convierta en parte sustancial de la imagen de la franquicia. Steve Ballmer (Clippers) o Mark Cuban (Mavericks) son el claro ejemplo e Ishbia un nuevo representante de esta estirpe.
El CEO de United Wholesale Mortgage (UWM), la compañía hipotecaria más grande de Estados Unidos, adquirió los Suns aprovechando una tesitura muy concreta. Robert Sarver, dueño de la franquicia desde 2003 hasta 2023, había sido encontrado culpable de instigar un ambiente empresarial en el que convivían los abusos laborales, el racismo y la misoginia. La NBA le sancionó con un año sin poder relacionarse en absoluto con nada que tuviera que ver con la franquicia, pero lo que determinó que pusiese al equipo en venta fue que patrocinadores como PayPal amenazasen con darle la espalda. Ishbia se puso al frente de la franquicia con ansias de construir una cultura que dejase atrás los oscuros tiempos de Sarver y se hizo con Kevin Durant en el mismo día en el que pisó las oficinas para inaugurar los buenos tiempos que estaban por venir.
Dejando a un lado su dudosa gestión en lo deportivo, de un tiempo a esta parte las prácticas de Ishbia como empresario han trascendido en algunos de los medios más importantes del país. Bloomberg, medio de referencia en lo económico/empresarial, recogió el testimonio de los trabajadores de UWM que definían el entorno laboral como un “vestuario” en el que las mujeres y las minorías recibían un trato diferente al resto (en el mismo reportaje se señalaba el repetido uso de drogas durante la jornada laboral de algunos trabajadores). ESPN detalló algunas de las acciones al borde de la ética que llevó a cabo con tra Rocket Mortgage y Dan Gilbert para convertirse en la empresa número uno de su sector. Hunterbrook desgranó los motivos detrás de la demanda que recibieron el pasado 3 de abril por defraudar a sus clientes por una cifra cercana a los 2.000 millones de dólares.
Todo ello en el último año, aunque en 2021 ya se hizo famoso cuando obligó a sus trabajadores a regresar a la oficina cinco días a la semana en contra del teletrabajo. Otros medios de menor alcance también han descubierto el reverso turbio de Ishbia. Como Pablo Torre en su canal de YouTube. El otro día, cuando Ishbia salió a hablar del estado del equipo tras ser barridos de los playoffs, fue la mofa de todo internet por cómo intentó vender tranquilidad como cualquier comercial que timbra a tu casa a la hora de la siesta.
No nos engañemos. Este tipo de conductas no se nos hacen extrañas hablando de grandes entornos laborales. La cultura del abuso o los ambientes tóxicos están a la orden del día en muchísimas grandes compañías. Lo mismo sucede con las franquicias NBA, que al fin y al cabo son empresas valoradas, como poco, en un par de miles de millones de dólares. Lo que sorprende es que salgan a la luz.
Además de los Suns, en estos años los Dallas Mavericks también han sido investigados. En 2019 Mark Cuban fue multado con 10 millones de dólares como responsable de una cultura hostil con las mujeres en el entorno laboral de los Mavericks. Ahora mismo está pendiente de juicio por encubrir casos de abuso y acoso sexual de uno de sus socios más longevos. Aunque que esto haya salido a la luz deriva de los roces que existen entre Cuban y Donnie Nelson, directivo de la franquicia durante toda su estancia como propietario. Os lo cuenta Kike mejor que yo.
Hay algo que es importante saber. Cuando se abre investigación sobre uno de estos casos es por intereses adyacentes. Lo de Sarver, por ejemplo, tiene toda la pinta de que se debía a las malas relaciones que tenía con el resto de propietarios de la NBA y el círculo de Adam Silver. Sucede así en cualquier sector. La información comprometida solo se conoce si a alguien le interesa que se conozca (rencor o remordimiento sobre todo).
Dan Snyder se ha visto empujado a vender la franquicia de NFL de Washington (que antes fueron los Redskins, después los Commanders y ahora buscan nuevo nombre) por la investigación del Washington Post que en 2020 destapó que hasta 40 mujeres que habían trabajado para la franquicia habían sido víctimas de acoso sexual. A la que le siguió un caso de abuso perpetrado por el propio Snyder y acallado a cambio de 1,6 millones de dólares. Eso sí, se tomó su tiempo para vender la franquicia por algo más de 6.000 millones en 2023. Snyder sigue defendiendo que aquella primera investigación la auspició Jeff Bezos (dueño de The Washington Post) y su ambición de ser propietario en la NFL. No hay mal que por bien no venga.
Y es que, aunque señalar al poder dependa de un tercero quiera tirar de la manta, es positivo que al fin los propietarios deban rendir cuentas ante el ojo público más allá de lo cómo rindan sus equipos. De momento, el mayor castigo que hemos visto por este tipo de conductas y actos deplorables es privar a personas insultantemente ricas de su juguete favorito mientras se embolsan ingentes cantidades de dinero por soltarlo. Puede sonar a poco, pero hace no tanto estos multimillonarios no encontraban ni un solo dique para hacer del mundo su patio.
No nos olvidemos del anterior propietario de los Clippers, obligado a vender por racista y llevándose sus buenos millones de premio